No te estoy diciendo que no ames a tus enemigos, sino que no les ayudes. Tampoco te digo que les niegues ayuda cuando alguno de ellos necesite de tu socorro, pues eso sería antibíblico, ya que está escrito:
"Si encontrares el buey de tu enemigo o su asno extraviado, vuelve a llevárselo. Si vieres el asno del que te aborrece caído debajo de su carga, ¿le dejarás entonces desamparado? Sin falta ayudarás con él a levantarlo." Exo.23:4-5.
"Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber: que haciendo esto, ascuas de fuego* amontonas sobre su cabeza." Rom.12:20.
Lo que quiero decirte es que no ayudes a tus enemigos en su batalla contra ti. Tal vez piensas que tú no tienes enemigos, pero aunque no los tuvieres en el orden personal, no podrás negarme que sí hay muchos enemigos de tu ideal, o mejor dicho, de nuestro ideal, que es la causa de Dios, y temo que sin darte cuenta estés ayudándoles a combatirnos.
Los que practican las artes marciales saben, sobre todo en la lucha cuerpo a cuerpo, como derribar al contrincante aprovechando sus propios movimientos. Si tú lucharas con un experto en defensa personal, él podría, sin hacer mucho esfuerzo de su parte, echarte al suelo utilizando tus propias fuerzas. Ten cuidado, que en las luchas ideológicas se usan tácticas parecidas a las de la lucha corporal.
En las luchas entre naciones, religiones, partidos políticos, empresas comerciales, etc. etc., es usual una táctica mucho más eficaz que el enfrentamiento; es una guerra solapada, y por tanto sucia, que consiste en la introducción de agentes secretos en el campo contrario. No me estoy refiriendo sólo a los espías o informantes, sino a aquellos
que se introducen y se identifican tanto con la causa que aparentemente defienden, que se ganan la confianza de sus verdaderos defensores, y logran escalar posiciones claves en ella para desde allí maniobrar en beneficio de la causa opuesta. Muchas de esas maniobras sucias consisten en la exhibición de un celo exagerado por aquellas cosas que encubiertamente se quieren anular. Si el enemigo interno, haciendo una ardiente defensa, la exagera tanto que logra poner en ridículo la causa por la que aboga, ya logró debilitarla.
Muchos de los fariseos del tiempo de Jesús eran hipócritas, pero es posible que algunos hayan sido sinceros, aunque igualmente equivocados en su extremismo exagerado en defensa de la Ley; y la sinceridad de los tales no les libró de la ceguedad, de modo que juntos con los hipócritas se opusieron al Maestro, que es el dador de la Ley. Y juntos con los hipócritas fueron causantes de que los religiosos modernos, como reacción a las exageraciones del fariseísmo, se hayan colocado en posición contraria, o sea, en actitud de rechazo a la Ley de Dios.
Yo no temo a los que cara a cara se me oponen ideológicamente, pero sí temo a los que aparentemente defienden mis puntos de vista con el propósito de ponerlos en ridículo. Sí, tengo temor de los hipócritas, pero mucho más miedo siento de que tú, defensor sincero de nuestros principios, te puedas estar dejando manipular de nuestros opositores y que, sin que te des cuenta, ellos estén usando tu celo para colocarte en una posición extremista desde la cual les sea fácil robar tus fuerzas (burlar tus razones) y emplearlas contra ti, dejándote impotente.
Nuestros enemigos se regocijarían si lograran anular tus consejos, amonestaciones o reprensiones en defensa de la justa causa de Dios, y es posible que logren anularlos si tú los exageras y haces repugnantes hasta el punto de que cualquiera te haga poco caso.
"No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos; porque no las rehuellen con sus pies, y vuelvan y os despedacen." Mat.7:6.
Hermano, no ayudes a tus enemigos; no les ayudes a menoscabar tu autoridad y tu prestigio.
Ob. B. Luis, Laredo, Octubre de 1989
* Ascuas de fuego: No para quemarle la cabeza, sino para alumbrarle, o como dicen otras versiones: Para que le arda de vergüenza la cara.
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